En la encantadora localidad costera de Salobreña, viví el primer capítulo en la historia de Marta y Daniel. Dos almas que se preparaban para embarcarse en el viaje del matrimonio. Las calles y playas se convirtieron en un telón de fondo pintoresco para su historia de amor.
Marta y Daniel comprendieron la importancia de establecer una conexión genuina con su fotógrafo antes del gran día. A través de esta sesión, no solo lograron familiarizarse con su estilo creativo, sino también forjar una relación auténtica que va más allá de clientes-fotógrafo. Las imágenes no solo capturaron sus sonrisas y gestos cómplices, sino que también atesoraron la esencia misma de su vínculo.
Salobreña no solo fue un lugar físico para esta preboda, sino que se convirtió en el escenario en el que Marta y Daniel fortalecieron su conexión. Mientras recorrían las callejuelas estrechas de la ciudad o compartían momentos íntimos en la playa al atardecer, su relación se profundizó. La preboda en este enclave paradisíaco les recordó que, más allá de la planificación del evento, su relación era la protagonista central. Cada fotografía, un tesoro congelado en el tiempo, los acercó no solo el uno al otro, sino también al emocionante capítulo que les esperaba: su boda.
Al mirar hacia atrás, la preboda de Marta y Daniel se revela como una elección fundamental. No solo dejó un legado de imágenes atesorables, sino también una conexión entrañable con su fotógrafo. Su experiencia demuestra que, aunque no sea un requisito estricto, una sesión fotográfica de preboda puede ofrecer un valor inmenso.
Y mientras termino de escribir, suena «My Generation» de The Who. Espero que os guste este pequeñito resumen de lo que nos dio Salobreña en esa magnífica tarde de finales de mayo.
